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Don Bernardo, de alfarero y peón, en un principio oficios combinados, había pasado a fondero en una importante vereda de Sevilla limitánea con Caicedonia; de fondero, en Barcelona se había hecho finquero; pasó luego a alternar entre este Corregimiento y Armenia donde, a punta de la “moral de la pesa” llegó a convertirse en el más importante mediador cafetero entre el campesinado productor y los exportadores, pero, no obstante tantos cambios de localidad y de oficio, Barcelona fue y ha sido en todo momento su más querido referente existencial de vida. Y en Barcelona lo secuestraron. En este Corregimiento de la caciquesca Calarcá, cuyas relaciones de poder nunca le han alcanzado para darle forma a la ordenanza que lo convierta en municipio, le expropiaron el segundo derecho individual humano, que es el derecho a la libertad personal. Aquel que se encuentra en la puerta de entrada al primero, el derecho a la vida, pues ésta tiene sentido si uno puede, por lo menos de modo relativo, hacer de ella el proyecto existencial que quiera.

Vélez R., H. (2004). Para secuestrado me formé como empresario. Historia Y Espacio, (22), 1–18. https://doi.org/10.25100/hye.v0i22.7061